
Desde la comunicación, la democracia ha de entenderse, por tanto, como el uso y el ejercicio responsable del poder de la palabra de cada uno como medio para poder llegar al poder de la palabra de todos los integrantes del grupo y de esa forma, lograr los objetivos del mismo.
En un grupo organizado democráticamente cada uno de sus integrantes es tomado en cuenta. Nadie se siente excluido. Todos pueden decir lo que piensan, sienten, necesitan o aquello a lo que aspiran. Cada uno se sabe respetado. Cuando cada uno asume su responsabilidad, todos se asumen como corresponsables de la suerte del grupo. El aprendizaje y la práctica de ésto es, porsupuesto, parte de un proceso más o menos largo. Nadie nace, quizás, siendo democrático, menos cuando se nace y se vive inserto de instituciones y sociedades no democráticas. Pero todos somos capaces de ir aprendiendo a ser democráticos, aún en sociedades en instituciones que no lo son.
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